Angelina Cortázar
La familia invariablemente, no es más ni menos que uno de los productos de la vida y el mundo en donde se encuentra es el mundo que la construye y como tal está sujeta a una condición de perpetuo cambio.
En meses pasados se llevaron a cabo casi de manera simultanea dos eventos que discutían los preceptos de la familia: el Congreso Mundial sobrela Familia ; de corte religioso eclesiastico y divino y por el otro lado, el seminario Familias en el Siglo XXI: Realidades Diversas y Políticas Públicas, de El Colegio de México. Por un lado, los señores curas, obispos; señores parásitos investidos de un poder divino como diría Saramago ‘investidos de un poder que sólo nuestra paciencia ha hecho perdurar’ y por otro lado la participación de expertas y expertos de la academia, la sociedad civil y de organismos públicos e internacionales.
Aun cuando son dos grupos de diferente formación, ambos se centraron en reconocer que nuestra actual sociedad familiar se pluraliza en uniones diversas; Madres solteras, lesbianas, uniones de hecho, homosexuales, personas solas que adoptan niños, grupos de tres, cuatro o mas amistades, parejas en unión pero separadas de sus emociones y etcétera. Sin embargo la postura de los primeros se centro en considerarlo como una amenaza, y degeneración social; en tanto el otro grupo señaló y enfatizó que esta es una oportunidad para generar y rediseñar el nuevo concepto de familia basado en la diversidad y como resultado de los actuales cambios culturales y generacionales que introduce las tendencias económicas, como la crisis que estructura nuevas formas de supervivencia.
La familia rural no esta ajena a los cambios que la sociedad enfrenta, aún mas, el termómetro de los acontecimientos sociales que transforma a todo el entorno, inician en este ámbito y solo es reconocido hasta que llega a las esferas con voz, como la sociedad urbana.
Clara Jusidman, fundadora de un organismo social ha señalado que mas del 40% de las familias del sector rural no son familias nucleares o tradicionales, y este es un fenómeno de mucho tiempo atrás y el estado no ha modificado las estructuras de servicios o adecuación hacia necesidades mas concretas de estos grupos. La transformación del escenario familiar rural esta desafortunadamente asociada a la simbiosis de pobreza y falta de oportunidades. Es en el sector rural o en sectores más pobres en donde se suceden acontecimientos denigrantes para los niños, mujeres, ancianos (la sociedad mas vulnerable) en cuanto a la calidad de vida.
Tanto la iglesia como los estudiosos expertos del tema, coinciden en lamentar el descuido en la atención a los miembros dependientes en las familias (niños, adolescentes, viejos, enfermos o discapacitados), sin embargo la iglesia señala que esto es debido o propiciado por la mujer que se ha incorporado al trabajo asalariado y abandonado su rol en la sociedad, sin embargo el grupo de académicos señala que es el Estado quien no asume las consecuencias de la incompatibilidad que viven hoy las mujeres entre su papel tradicional y sus nuevas exigencias como ciudadanas y trabajadoras.
Lo cierto es –dice Martha Lamas--- que la indiferencia del Estado frente a las necesidades del cuidado familiar se expresa en la acuciante falta de guarderías y centros de atención pública a enfermos y ancianos, que cargan de trabajo a las mujeres. Esta situación genera desigualdades de todo tipo e impulsa una insatisfacción creciente en ambos sexos. Hoy día el conflicto principal entre mujeres y hombres tiene que ver con la manera desigual en que se reparten las responsabilidades del trabajo y la familia. Si no se concilia la vida familiar con la laboral, no se conciliarán mujeres y hombres. Por eso, más que suspirar nostálgicamente por un pasado que no volverá, hay que reducir la desmedida exigencia laboral, que introduce tensiones y desgasta a las familias.
La preocupación de ambos grupos –iglesia y sociedad civil-- se han centrado en dar señales con respuesta diametrales. Sin embargo ha sido del lado de la opinión mas poderosa (la religiosa), donde se ha dado mucho énfasis al tema mediante la polarización y enfrentamiento de la sociedad, nada mas hablando o haciendo encuestas si es ‘honorable’ generar leyes que beneficien a homosexuales o lesbianas para refuncionalizar sus derechos a la unión y olvidan las otras vertientes del tema, como lo son los derechos de las mujeres solas que fundan un hogar, o los abuelos que se hacen cargo de nietos abandonados, o madres e hijas que conviven, o hermanas que arreglan condiciones de ayuda mutua o mujeres solas o vaya uno a saber que otras transformaciones puedan darse.
Lo innegable es que estamos ante el reto de adecuar toda la maquinaria social en función de redefinir los roles familiares y no queden como dicen los enviados de Dios en la letanía de que si es adecuado a las leyes de dios o no. Eso es secundario. Lo importante es el vinculo que los seres humanos desean concederse en función del bienestar de todos:, sean blancos, negros, del mismo sexo, o son hermanos o abuelos o seres que las circunstancias de la vida los han puesto al cuidado de otros. Eso es lo moralmente regulatorio, la igualdad para otorgar a todos los mismos derechos y exigir las mismas obligaciones.
La sociedad esta transformándose y hay que reconocer que de algún modo la actual alquimia familiar no esta dando a sus integrantes las mismas oportunidades sociales ni morales que se merecen. En este revuelo están de manera más desventajosa las familias más pobres, entre ellas las familias rurales que requieren la intervención del estado para equilibrar la desigualdad que en la mayoría de los casos recae en las mujeres. Tienen sobrecargas laborales y es urgente reconocer esta sobrecarga y redefinir la protección intergeneracional como política social y no permitir más rezagos en ellas ni en otros sectores vulnerables.
En meses pasados se llevaron a cabo casi de manera simultanea dos eventos que discutían los preceptos de la familia: el Congreso Mundial sobre
Aun cuando son dos grupos de diferente formación, ambos se centraron en reconocer que nuestra actual sociedad familiar se pluraliza en uniones diversas; Madres solteras, lesbianas, uniones de hecho, homosexuales, personas solas que adoptan niños, grupos de tres, cuatro o mas amistades, parejas en unión pero separadas de sus emociones y etcétera. Sin embargo la postura de los primeros se centro en considerarlo como una amenaza, y degeneración social; en tanto el otro grupo señaló y enfatizó que esta es una oportunidad para generar y rediseñar el nuevo concepto de familia basado en la diversidad y como resultado de los actuales cambios culturales y generacionales que introduce las tendencias económicas, como la crisis que estructura nuevas formas de supervivencia.
La familia rural no esta ajena a los cambios que la sociedad enfrenta, aún mas, el termómetro de los acontecimientos sociales que transforma a todo el entorno, inician en este ámbito y solo es reconocido hasta que llega a las esferas con voz, como la sociedad urbana.
Clara Jusidman, fundadora de un organismo social ha señalado que mas del 40% de las familias del sector rural no son familias nucleares o tradicionales, y este es un fenómeno de mucho tiempo atrás y el estado no ha modificado las estructuras de servicios o adecuación hacia necesidades mas concretas de estos grupos. La transformación del escenario familiar rural esta desafortunadamente asociada a la simbiosis de pobreza y falta de oportunidades. Es en el sector rural o en sectores más pobres en donde se suceden acontecimientos denigrantes para los niños, mujeres, ancianos (la sociedad mas vulnerable) en cuanto a la calidad de vida.
Tanto la iglesia como los estudiosos expertos del tema, coinciden en lamentar el descuido en la atención a los miembros dependientes en las familias (niños, adolescentes, viejos, enfermos o discapacitados), sin embargo la iglesia señala que esto es debido o propiciado por la mujer que se ha incorporado al trabajo asalariado y abandonado su rol en la sociedad, sin embargo el grupo de académicos señala que es el Estado quien no asume las consecuencias de la incompatibilidad que viven hoy las mujeres entre su papel tradicional y sus nuevas exigencias como ciudadanas y trabajadoras.
Lo cierto es –dice Martha Lamas--- que la indiferencia del Estado frente a las necesidades del cuidado familiar se expresa en la acuciante falta de guarderías y centros de atención pública a enfermos y ancianos, que cargan de trabajo a las mujeres. Esta situación genera desigualdades de todo tipo e impulsa una insatisfacción creciente en ambos sexos. Hoy día el conflicto principal entre mujeres y hombres tiene que ver con la manera desigual en que se reparten las responsabilidades del trabajo y la familia. Si no se concilia la vida familiar con la laboral, no se conciliarán mujeres y hombres. Por eso, más que suspirar nostálgicamente por un pasado que no volverá, hay que reducir la desmedida exigencia laboral, que introduce tensiones y desgasta a las familias.
La preocupación de ambos grupos –iglesia y sociedad civil-- se han centrado en dar señales con respuesta diametrales. Sin embargo ha sido del lado de la opinión mas poderosa (la religiosa), donde se ha dado mucho énfasis al tema mediante la polarización y enfrentamiento de la sociedad, nada mas hablando o haciendo encuestas si es ‘honorable’ generar leyes que beneficien a homosexuales o lesbianas para refuncionalizar sus derechos a la unión y olvidan las otras vertientes del tema, como lo son los derechos de las mujeres solas que fundan un hogar, o los abuelos que se hacen cargo de nietos abandonados, o madres e hijas que conviven, o hermanas que arreglan condiciones de ayuda mutua o mujeres solas o vaya uno a saber que otras transformaciones puedan darse.
Lo innegable es que estamos ante el reto de adecuar toda la maquinaria social en función de redefinir los roles familiares y no queden como dicen los enviados de Dios en la letanía de que si es adecuado a las leyes de dios o no. Eso es secundario. Lo importante es el vinculo que los seres humanos desean concederse en función del bienestar de todos:, sean blancos, negros, del mismo sexo, o son hermanos o abuelos o seres que las circunstancias de la vida los han puesto al cuidado de otros. Eso es lo moralmente regulatorio, la igualdad para otorgar a todos los mismos derechos y exigir las mismas obligaciones.
La sociedad esta transformándose y hay que reconocer que de algún modo la actual alquimia familiar no esta dando a sus integrantes las mismas oportunidades sociales ni morales que se merecen. En este revuelo están de manera más desventajosa las familias más pobres, entre ellas las familias rurales que requieren la intervención del estado para equilibrar la desigualdad que en la mayoría de los casos recae en las mujeres. Tienen sobrecargas laborales y es urgente reconocer esta sobrecarga y redefinir la protección intergeneracional como política social y no permitir más rezagos en ellas ni en otros sectores vulnerables.