Polan Lacki es un hombre que ha dedicado mucho tiempo de su vida a alertarnos acerca de la importancia del capital humano asi como de muchas ideas para activar con creatividad las cosas rurales. Ha sido un excelente maestro de la vida para quellos que egresamos de escuelas cuyas carencias academicas se conjugaron en hacer "seres deformados" y listos para envenenar el medio ambiente.
Encontré un artículo de él, que aunque de reciente edición, no deja de sañalar las ideas centrales de su trabajo: El nuevo perfil profesional de los tecnicos, la creatividad y el papel de las escuelas formadoras de profesionales del campo.
Angelina Cortázar.
Formación de técnicos agropecuarios con una nueva visión
Para enfrentar el desafío de “producir más y mejor, con menos” se requiere formar una nueva generación de técnicos agropecuarios con nuevos conocimientos, aptitudes y destrezas
Por: Polan Lacki*
La agricultura latinoamericana está sometida a una profunda contradicción; por un lado tiene la imprescindible y urgente necesidad de modernizarse para volverse mucho más eficiente, porque si no lo hace sencillamente no podrá enfrentar la fuertemente subsidiada y protegida agricultura de los países desarrollados.
Por otra parte, los gobiernos de los países de esta región, están reduciendo exactamente aquellos recursos y servicios con los cuales tradicionalmente se ha intentado hacer esta imprescindible modernización.
Por doloroso que sea aceptarlo, lo anterior significa que la agricultura latinoamericana tendrá que volverse más eficiente a pesar de contar con menos crédito, subsidios y medidas proteccionistas. Esto a su vez significa que con una menor cantidad de cada factor de producción los agricultores, sean pequeños, medianos o grandes, tendrán que obtener una mayor cantidad de producto, que deberá ser de mejor calidad y obtenido a un costo unitario más bajo; significa también que deberán volverse mucho más eficientes en la administración del negocio agrícola en su globalidad.
Difícil, pero no imposible, esta misión exige, entre otras medidas, un gigantesco esfuerzo de capacitación y organización de los agricultores para que ellos se profesionalicen y se transformen en eficientes empresarios que puedan, sepan y quieran corregir las graves distorsiones tecnológicas, gerenciales y comerciales que actualmente ocurren en los distintos eslabones del negocio agrícola, desde que el insumo sale de la industria hasta que el alimento llega a la casa del consumidor.
Ambas tareas son más de carácter tecnológico/gerencial que político y, consecuentemente, deberán ser entregadas a muy competentes profesionales y técnicos agropecuarios, los que deberán demostrar en los hechos que son capaces de corregir las distorsiones y de optimizar el uso y el aprovechamiento de los escasos insumos materiales para contrarrestar su insuficiencia a través de la correcta aplicación de los abundantes insumos intelectuales.
Para enfrentar este espectacular pero inevitable desafío de “producir más y mejor, con menos” se requiere formar una nueva generación de técnicos agropecuarios con nuevos conocimientos, aptitudes, destrezas y, sobre todo, con nuevas actitudes de auto-confianza anímica y convicción de que son ellos mismos quienes deberán asumir este desafío, sencillamente porque debido a su naturaleza eminentemente técnica, sólo podrán compartirlo con los profesionales de ciencias agrarias.
El perfil del técnico agropecuario
Las escuelas agrotécnicas deberán formar un egresado con una sólida formación ética y humanística, consciente de que debe promover una agricultura sostenible que conserve y recupere la fertilidad del suelo, porque el incremento de su productividad es un importantísimo requisito para lograr la rentabilidad en la agricultura.
Asimismo, el profesional técnico deber estar muy consciente de que los rendimientos y los ingresos de los agricultores actuales y futuros dependen en gran medida de prácticas conservacionistas, incluso la cero labranza, que al mejorar las condiciones físicas y biológicas del suelo, además de las químicas, mantengan su alta capacidad productiva.
También, debe estar consciente de que la actividad agrícola, ganadera o forestal, no puede ser encarada como si fuese una simple “mineración” o “extrativismo” de recursos naturales y que consecuentemente deberá manejar, y no apenas extraer, en forma racional, integrada y sostenible los recursos existentes en las cuencas, en el suelo, en el agua y en el bosque con todos sus componentes.
Por ello, es necesario dar prioridad al uso de tecnologías limpias, sanas y blandas, y que los factores que eventualmente puedan dañar a los seres humanos, a los recursos naturales o al medio ambiente sean evitados o utilizados en forma prudente, como último recurso.
Debido a las diferentes potencialidades y restricciones de los distintos estratos de agricultores de cada país, el técnico agropecuario deberá tener la versatilidad y el eclecticismo para desempeñarse con igual eficiencia ante productores de distintas disponibilidades de recursos, niveles tecnológicos y escalas de producción.
Profesionales con creatividad
En la agricultura, y en muchas otras áreas, la solución a los problemas está en la innovación. Por ello, hacen falta técnicos agrícolas creativos e ingeniosos, que encuentren soluciones innovadoras aun cuando las condiciones físico-productivas de los predios sean adversas (tierra escasa, de baja fertilidad, sin riego, etc.), los recursos de capital sean limitados y los agricultores no tengan acceso al crédito.
Otra alternativa en este sentido es promover el cooperativismo y otras formas solidarias y asociativas para solucionar aquellos problemas que muchos agricultores, debido a su fragilidad y pequeña escala, no están en condiciones de resolverlos en forma individual para acceder al financiamiento.
La agricultura es una actividad económica —no sólo productiva— y como tal requiere de un técnico agropecuario identificador de oportunidades, solucionador de problemas y generador de ganancias para quienes contraten su servicio.
Con base en esta idea, es importante que el técnico agrícola no “ideologice” y no politice innecesariamente los problemas de la agricultura; que no busque causas donde ellas no existen, porque en la mayoría de los casos los bajísimos rendimientos por unidad de tierra y de animal demuestran por sí solos que ellos son consecuencia de errores primarios, para cuya corrección se requiere muchísimo más de tecnologías y capacitación que de concepciones ideológicas y de retóricas formulaciones políticas.
En este sector, debemos estar conscientes de que la mayoría de los problemas de los agricultores son de naturaleza tecnológica, gerencial y organizativa; y por lo tanto, deberá ser resuelta más por los técnicos agropecuarios en las zonas de trabajo y en las comunidades que por los políticos en las tribunas de los parlamentos.
Los productores —sean pequeños, medianos o grandes— necesitan de un técnico agropecuario que les proporcione las tecnologías y la capacitación que ellos requieren para ganar dinero haciendo agricultura; pero, será virtualmente imposible lograr este objetivo mientras los agricultores no sean apoyados por pragmáticos técnicos agropecuarios, quienes al haber aprendido a producir y administrar con eficiencia sepan qué aportes deberán hacer, desde sus distintos ámbitos de especialización, para eliminar los errores productivos y gerenciales que la gran mayoría de los productores actualmente comete.
En el caso específico de la salud animal, es necesario que el técnico sea consciente de que deberá privilegiar las medidas que eviten que los animales sanos se enfermen (mediante acciones profilácticas y preventivas porque éstas son de menor costo, más fácil aplicación y mayor eficacia) por encima de las medidas curativas.
El técnico agropecuario considerará que al disminuir la morbilidad de los animales, mediante medidas preventivas, estará reduciendo no sólo la mortalidad sino que contribuirá a que el ganadero tenga rentabilidad y competitividad por el camino más pragmático, que consiste en reducir los costos de producción y mejorar la calidad de los productos que ofrece al mercado.
De ahí la importancia de otorgar mayor prioridad a las medidas preventivas, que con costos mínimos eviten aquellos problemas que con mayor frecuencia afectan a los animales, y económicamente a los ganaderos, como son las enfermedades parasitarias, infecciosas, nutricionales y reproductivas.
El éxito económico del agricultor depende de que él sea muy eficiente en todos los eslabones del negocio agrícola. Para que pueda ofrecer una mejor contribución a dicho éxito es necesario que el egresado tenga mentalidad y formación empresarial, espíritu emprendedor y posea sólidos conocimientos no sólo en tecnologías de producción, sino también en administración rural y agronegocios, almacenaje y conservación, procesamiento industrial y comercialización de insumos y de productos.
Todos estos aportes son los que el agricultor necesita para seguir el único camino realista que lo conducirá al éxito económico de su empresa, sea pequeña, mediana o grande. Este camino consiste en reducir al mínimo los costos unitarios de producción y simultáneamente incrementar al máximo los precios de venta de los excedentes.
El papel de las escuelas agro-técnicas
Antes de hacer cualquier cambio curricular, las escuelas agro-técnicas deben crear mecanismos expeditos y eficaces para que la totalidad de los docentes conozca y vivencie los problemas reales que ocurren en los distintos eslabones de la cadena agroalimentaria y en los servicios públicos y privados que apoyan el desarrollo del sector agropecuario.
Es importante también consultar a los demandantes externos (empleadores, líderes de los pequeños, medianos y grandes agricultores, representantes de las cooperativas y agroindustrias, etc.) y a los ex alumnos, es decir, someterse a una evaluación externa, solicitando a los demandantes su opinión sobre la escuela, sobre los aportes y servicios que ofrece al sector agropecuario y la calidad de sus egresados. Y, en función de lo que los docentes diagnostiquen y los demandantes propongan, definir el perfil del egresado y el plan de estudios.
Las escuelas agro-técnicas deben establecer inmediatas y fluidas relaciones con el mundo del trabajo y con el sector productivo, industrial y comercial de la agricultura, porque no pueden ignorar los planteamientos de aquellos para quienes están formando sus egresados. En ciertos casos, este flujo bidireccional —con los agricultores, con el sector rural, con los mercados, con las instituciones públicas de apoyo al agro y con el agribusiness— revelará un evidente desencuentro entre el qué y el cómo se enseña en las escuelas y los problemas concretos que día a día enfrentan los egresados, los agricultores y las instituciones que los apoyan.
La constatación de la escasa pertinencia y relevancia entre la formación agro-técnica y la demanda rural será, en muchos casos tan impactante y contundente que ningún docente podrá seguir ignorándola y, consecuentemente el proceso de cambio deberá ser iniciado por todos ellos y de inmediato.
Aunque existan otras causas, las escuelas agro-técnicas deberán reconocer que el desempleo de técnicos agropecuarios es una clara señal de que éstos no están respondiendo adecuadamente a las actuales necesidades y aspiraciones de los empleadores públicos y privados, de los agricultores de distintos estratos y de la sociedad en general.
Otras claras señales de advertencia son la disminución del número de postulantes a las escuelas agro-técnicas y la elevada deserción de estudiantes. Las escuelas agrícolas de nivel medio no pueden seguir formando el egresado que ellas quieren y están acostumbradas a formar, sino que deben hacerlo según las exigencias reales de los empleadores y agricultores.
Las escuelas agro-técnicas tienen el indelegable y urgente desafío de eliminar la gravísima contradicción que ocurre entre una inadecuada oferta de las escuelas agro-técnicas y una demanda rural insatisfecha; por un lado, el Estado está gastando parte de sus escasos recursos en la formación de técnicos agropecuarios que permanecerán desempleados, entre otras razones, porque los egresados no tienen la solvencia técnica para solucionar los problemas de los agricultores.
Por otra parte, la mayoría de estos mismos agricultores no consigue hacer una agricultura rentable y competitiva porque le faltan exactamente las tecnologías y la capacitación que podrían y deberían serle proporcionadas por los referidos desempleados.
Las escuelas que no eliminen esta contradicción tendrán crecientes dificultades para sobrevivir por falta de legitimación de la sociedad, la cual tiene el derecho de exigir que a través de la buena formación de sus egresados demuestren que son capaces de producir resultados más concretos y de solucionar más rápidamente los crónicos problemas de los agricultores y del sector agropecuario, tal como éstos son.
* Ingeniero agrónomo brasileño. Ha colaborado durante 23 años en
Correo electrónico: polan.lacki@onda.com.br