Angelina Cortázar
Armando Bartra
Cada presente evoca pasados que lo iluminan y las autonomías zapatistas como los altermundismos andinos convocan a repensar el socialismo maya de hace 90 años. Hoy, cuando los originarios de por acá se están sacando la espina, sorprende la obra libertaria impulsada por Felipe Carrillo Puerto (CP), adelantado del neoindianismo revolucionario.
En mayo de 1924, a seis meses del fusilamiento de CP, entonces gobernador socialista de Yucatán, por soldados pro finqueros adscritos al alzamiento de De la Huerta , se publica en la revista estadounidense Survey el artículo “ The new Yucatan ”. Aquí una apretada edición:
Yucatán es maya (...) Fuimos físicamente conquistados por el español, pero nuestra vida cultural persistió (...), nuestro lenguaje (...), nuestras costumbres (...), nuestra religión bajo un nuevo nombre, (...) también nuestras relaciones sociales que han seguido realizándose (...) a pesar de la negación (...)
Todo Yucatán estaba en manos de unos 200 propietarios. El indio (...) fue arraigado (...) como un árbol y era vendido junto a la tierra que cultivaba. El lugar del indio maya en la comunidad como ciudadano libre, autosuficiente y seguro de sí mismo, determinará la medida en que los sacrificios (...) de la revolución tendrán que ser justificados. Todo lo demás es asunto sin importancia.
En un país agrícola tierra y libertad son sinónimos. Esto explica nuestro lema revolucionario: “Tierra y Libertad”.
Nuestra primera tarea ha sido distribuir las tierras comunes (...) a nuestra gente. La apropiación de la tierra por las comunidades indígenas (...) es hasta ahora la contribución fundamental de la revolución.
Esta tierra no se da a ningún individuo (...) las tierras (...) pertenecen a la comunidad; (...) cada quien tiene solamente el derecho a trabajar la tierra y disfrutar los frutos que produzca (...) En conjunto, cerca de 80 mil jefes de familia obtendrán sus parcelas en tierra común.
Esta distribución (...) está teniendo consecuencias de largo alcance. La primera (...) es que los indios se están mudando de las grandes propiedades donde vivían y están construyendo sus hogares en pequeños pueblos (...) Los hombres viejos que no han conocido la libertad, que nunca han tenido el disfrute de la posesión, que nunca han plantado y cosechado por ellos mismos, están (...) empezando a vivir la vida de los hombres libres.
Pero lo más importante ha sido el surgimiento de una nueva vida (...) una nueva existencia política, con organizaciones y problemas comunales.
La distribución de la tierra tiene (...) grandes consecuencias políticas, sociales y económicas. La (...) más obvia (...) es la diversificación de los cultivos como resultado de la distribución de los ejidos. Yucatán ha sido por muchos años un estado monocultivador. Todo nuestro esfuerzo se ha ido en el cultivo del henequén (...). Cosas que podríamos producir en Yucatán están siendo importadas. Una de las razones (...) es que (...) la importación de comida para dar a los indios pone a estos en desventaja mayor que si ellos mismos la produjeran en su casa. Nominalmente el indio era libre; pero en realidad estaba siendo endeudado por su comida y, en tanto siguiera debiendo (...), no podía abandonar la plantación (...) Hasta hace cuatro años importábamos todo lo que comíamos (...) Importábamos maíz que es la principal comida del indio; importábamos pollos y huevos. Ahora cosechamos el maíz que necesitamos (...) Cosechamos pues nuestros propios frutos; y esperamos que pronto cada población será sostenida por los frutos que generen sus propias tierras. Todo está dando al indio independencia económica y mayor confianza en sí mismo.
El futuro de Yucatán pertenece a los mayas*.
* Felipe Carrillo Puerto. The New Yucatan , revista Survey , N. 56, mayo 1924.